"El divorcio es una experiencia de fracaso para muchas personas"

14 Oct 2020
Ignacio Bolaños

"El divorcio es una experiencia de fracaso para muchas personas"

Ignacio Bolaños, psicólogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, ha impartido un curso sobre dinámicas familiares en contextos de divorcios conflictivos

Con nueve meses de diferencia entre la primera sesión (de forma presencial en enero) y la segunda (de forma telemática y en septiembre), Ignacio Bolaños, doctor en Psicología, terapeuta y mediador familiar, ha impartido el curso sobre divorcios conflictivos que ha organizado el Colegio de Psicología de Navarra para un grupo de psicólogos que participan en el curso de Coordinación de Parentalidad.

¿Qué tal ha ido el curso y qué conclusiones ha sacado? ¿Cómo ha sido la experiencia de tener que hacer parte del curso de forma telemática?
Creo que el curso ha ido bien, a pesar de las dificultades imprevistas que nos hemos encontrado. La primera parte se realizó de forma presencial antes de la pandemia y la segunda ha tenido que llevarse a cabo de forma telemática nueve meses después. A pesar de ello, en la segunda parte hemos intentando dar una continuidad a los contenidos de la primera y la sensación es que los participantes pudieron conectar con ello.

¿En qué factores deben los psicólogos formarse en el tema de los divorcios conflictivos?
Para trabajar con estas situaciones es necesaria una formación que incluya conocimientos sobre las dinámicas personales y relaciones que se producen a lo largo del proceso de divorcio. En ese sentido me parece muy importante la incorporación de herramientas de terapia familiar y de pareja así como de mediación familiar. Los divorcios conflictivos requieren intervenciones complejas en las que muchas veces se implican profesionales de otras disciplinas, como el Derecho. Por ello puede ser necesario incorporar algunos conocimientos jurídicos (como los relacionados con la jurisdicción de familia) y desarrollar habilidades de colaboración interdisciplinar. Por otra parte, trabajar con situaciones de alta tensión emocional requiere esfuerzos importantes en el manejo de la empatía que deben ser tenidos en cuenta a la hora de pensar en mecanismos de autocuidado profesional como la supervisión, entre otros.

 ¿Qué se entiende por divorcio de alta conflictividad?
Es un proceso de divorcio que supera en intensidad y en duración los niveles de conflicto normales en una ruptura. Es habitual que ninguno de los miembros de la pareja acepte su parte de responsabilidad y se culpabilicen mutuamente de lo que viven como un fracaso. La dificultad para resolver el vínculo conyugal se extiende a la parentalidad y se traduce en la imposibilidad de lograr acuerdos viables para la nueva organización familiar. Todo ello supone la delegación de responsabilidad en el sistema judicial sobre las decisiones que no se pueden tomar, iniciándose procesos legales contenciosos que tienden a intensificar y perpetuar el conflicto. Además el conflicto puede extenderse a las familias de origen y entornos sociales próximos a la pareja implicando a múltiples personajes que toman partido por uno u otro miembro de la pareja. En los casos más complicados la dinámica tiende a cronificarse.

¿Cuáles son los problemas más habituales que surgen en este tipo de divorcios?
El problema principal es el desgaste emocional que suponen para todos los miembros de la familia, especialmente para los hijos. Vivir durante muchos meses e incluso muchos años en una dinámica constante de conflicto implica esfuerzos importantes para los adultos que afectan a su estabilidad psicológica dificultando un adecuado proceso de diferenciación de la otra persona y por tanto la necesaria adaptación a una nueva vida o, por ejemplo, el comienzo de una nueva relación de pareja. Pero especialmente afecta al desarrollo de la parentalidad, lo que en muchos casos puede significar un cierto abandono emocional de los hijos o una utilización de estos en el conflicto. Todo ello impide la consecución tanto de acuerdos cotidianos como de más envergadura haciendo que cada pequeña decisión pueda constituir una gran batalla que, como hemos visto, puede significar constantes visitas al Juzgado.

¿Qué papel juegan los niños cuando se encuentran en medio de un divorcio de este tipo?
Los niños, dependiendo de su momento evolutivo, pueden afrontar estas situaciones de diversas maneras. Hay veces en que aprenden a relacionarse con sus dos núcleos familiares enfrentados transitando entre ellos con un gran esfuerzo de adaptación a lo que sienten que se espera de ellos por cada uno de los padres. Así, pueden desarrollar la habilidad de comportarse de formas totalmente diferentes y contradictorias entre ellas en sus dos nuevos hogares. Con ello intentan asegurar su lealtad hacia ambos progenitores, pero el esfuerzo puede tener repercusiones importantes en forma de sintomatologías de diferentes tipos. Tarde o temprano este frágil equilibrio se puede romper y aparecen actitudes de rechazo hacia uno de los progenitores. Se trata de la respuesta a un conflicto de lealtades insuperable en el que el hijo se siente presionado para tomar partido por uno u otro lado a la vez que si lo hace tiene importantes sentimientos de traición. El rechazo temporal puede ser una respuesta adaptativa ante la situación familiar que está viviendo pero, lejos de ser tratado como tal, es utilizado como un argumento más en la disputa. Los niños pueden verse presionados para expresar sus preferencias públicamente, en el contexto judicial, lo que muchas veces será el inicio de una dinámica sin fin que puede terminar con la pérdida total de la relación con uno de sus padres.

 ¿Cuál es el rol del psicólogo, antes, durante y después de un proceso de divorcio?
Los profesionales de la psicología tenemos un papel preventivo muy importante ayudando a las personas implicadas a normalizar sus sentimientos y ofreciendo maneras adecuadas de afrontarlos. Existen diferentes programas psicoeducativos que ayudan a los padres a diferenciar sus emociones de las de sus hijos, a establecer maneras efectivas de comunicación parental y a poner en marcha estrategias de negociación cooperativas.  Esta labor debería extenderse al resto de profesionales que trabajan con divorcios desde la educación, la abogacía o la judicatura. La promoción de programas de mediación es otro mecanismo preventivo muy necesario. Orientar a la pareja que se está separando sobre la posibilidad de acceder a una intervención mediadora en la que abordar constructivamente las diferencias y tomar las decisiones de forma consensuada es una forma de abrir oportunidades para un divorcio menos traumático. Cuando las cosas se complican existen intervenciones terapéuticas orientadas específicamente a tratar con el divorcio difícil. El abordaje familiar, si ello es posible, es una opción deseable en la que es posible trabajar con todos los miembros de la familia tanto de forma individual como conjunta. Hay protocolos de actuación útiles para trabajar con situaciones de rechazo filial desde una perspectiva no confrontativa. Por último creo que siempre es recomendable evitar conscientemente tomar partido en la dinámica conflictiva, lo que no significa desimplicarse y lo que no siempre resulta fácil.

¿Existe el divorcio perfecto?
No sé si existe algo perfecto, pero desde luego en el ámbito de las relaciones familiares no. Las personas hacemos las cosas lo mejor que sabemos y podemos, durante la convivencia en pareja y cuando esta se acaba. Como ocurre con todo en la vida, siempre hay posibilidades de mejora. Es importante poder reflexionar sobre ello pero no culpabilizarse demasiado. El divorcio es una experiencia de fracaso para muchas personas. Para otras es un paso más en su ciclo vital. Es verdad que cuando se llega a la ruptura a través de una decisión consensuada y los vínculos emocionales se han ido enfriando progresivamente es posible transitar por un divorcio adaptativo, aunque siempre hay dosis de dolor que conviene reconocer.

¿En qué porcentaje de los divorcios existen conflictos?
Todos los divorcios tienen algo de conflicto. Eso es inevitable. Incluso un cierto nivel de conflicto puede ser necesario para avanzar. Lo importante es que se afronte y se resuelva adecuadamente. Otra cosa son los divorcios conflictivos o difíciles sobre los cuales es difícil establecer porcentajes. Un dato que puede ser tenido en cuenta es que, según el INE, cerca del 80 % de divorcios se tramitan de mutuo acuerdo y el 20% de manera contenciosa. El porcentaje de mutuos acuerdos ha ido aumentando progresivamente a medida que se ha ido normalizando el divorcio como una situación que no tiene por qué suponer un hecho traumático ni ser el fin de la familia sino un acontecimiento vital al que es necesario adaptarse de la manera más adecuada posible.