Toma de contacto con una nueva realidad
Toma de contacto con una nueva realidad
Quizá ahora más que nunca vivimos al día. Estamos ante una nueva realidad en la que no podemos planificar qué podremos hacer la semana que viene porque no sabemos si un rebrote de la epidemia nos hará volver a meternos de nuevo a todos en casa o si dentro de unos días volveremos a poder salir a la calle con casi la libertad que teníamos antes. Vivimos en una incertidumbre continua que tratamos de dominar con poco éxito. Y lógicamente las personas con discapacidad intelectual también.
¿Cómo afrontan estas personas su día a día? La labor de sus psicólogos durante el confinamiento está siendo fundamental para apoyarles a adaptarse a los cambios y a gestionar estados emocionales desfavorables (incertidumbre, tristeza, miedo…).
Hemos hablado con tres psicólogas que se enfrentan a una situación nueva a nivel profesional en tres ámbitos diferentes. Edurne Pascal es una de las psicólogas de la Asociación Síndrome de Down de Navarra; Leire Etxeberria trabaja en los pisos funcionales del Gobierno de Navarra en Iturrama y Mendebaldea (Pamplona), Vencerol (Tudela) y Las Torchas (Estella) con personas con discapacidad leve o moderada; y Laura Galán trabaja en la Unidad Residencial de Patología Mixta del Centro Hospitalario Benito Menni de Elizondo. Las tres pertenecen al Grupo de Discapacidad Intelectual y/o Trastornos del Desarrollo de Colegio de Psicología de Navarra.
A la pregunta de cómo están viviendo estos días de confinamiento con las personas con las que trabajan cada día coinciden en señalar que se han visto gratamente sorprendidas “por la buena adaptación que han tenido a la nueva situación”.
“En mi caso”, destaca Leire Etxeberria, “se les explicó todo desde días antes de la situación de alarma, les facilitamos mucha información con carteles y conforme pasaban los días y las semanas, las personas con más dificultades en comprensión o que son más rutinarias mostraban más ansiedad, pero es cierto que explicándolo con mucha calma lo fueron interiorizando muy bien. Hemos hecho videollamadas con todos los pisos o llamadas telefónicas, les hemos dedicado el tiempo que han necesitado para tener una estructura de día y hemos practicado técnicas de relajación”.
De la misma opinión es Edurne Pascal. “Las personas con las que trato que en su vida normal disfrutan estando en casa y en actividades más familiares son las que mejor lo han llevado, mucho más que las que disfrutan más de planes de ocio con amigos, que acuden a muchas actividades y que su vida social es más activa. En este caso no lo han vivido bien, sobre todo por la incertidumbre. Al principio era necesario que comprendieran muy bien lo que estaba aconteciendo a su alrededor. Conforme pasaban los días, les preocupaba cuándo iban a retomar sus actividades, volver a sus trabajos, etc. Lo que más dificultad les ha supuesto ha sido lo de añadir cada 15 días nuevos confinamientos y esto suponía que en muchas personas los niveles de ansiedad aumentaban”.
“Yo he vivido el confinamiento en un escenario diferente”, interviene Laura Galán. “La residencia es un recurso de alta intensidad de apoyos en el que viven y conviven personas con perfiles complejos. En un primer momento anticipamos dificultades por la escasa flexibilidad cognitiva de las personas a las que atendemos. Sin embargo nos sorprendió favorablemente su respuesta. Considero clave el trabajo previo a la declaración del Estado de Alarma realizado por el equipo. Con una semana de antelación organizamos talleres específicos sobre el COVID-19 con objeto de informar y entrenar pautas básicas de protección para prevenir el contagio (higiene de manos, distancia social, entre otros). Así mismo, adaptamos el funcionamiento de la Unidad a las necesidades de la situación venidera. En este sentido, se organizaron diferentes turnos para las ingestas y habilitaron más espacios para el desarrollo de actividades y disfrute del tiempo libre a fin de prevenir la transmisión del virus en caso de contagio. Llegado el momento definitivo de ruptura con sus rutinas, provocado por la declaración del estado de alarma, optamos por intensificar el apoyo psicológico prestado a las personas usuarias mediante el desarrollo diario de talleres de apoyo emocional y por la puesta en marcha de iniciativas, como la elaboración de una pancarta o la grabación de un videoclip sobre el COVID-19, que han servido para cohesionar al grupo, concienciar en la necesidad de asumir unas medidas extraordinarias de funcionamiento y mantener un adecuado tono emocional”.
Primeras salidas
Desde mediados de marzo nos hemos visto obligados a permanecer todos en casa. Y no fue hasta comienzos de abril cuando el Gobierno reconoció el derecho a salir a la calle, acompañadas por un responsable, a personas con autismo y otro tipo de discapacidad, lo que supuso que varias personas que podían dar unos paseos terapéuticos se toparan con gente que les recriminaba su acción ignorando el derecho que tenían.
Edurne Pascal reconoce que no ha vivido situaciones de tensión por este motivo. “Nuestras personas usuarias tienen bastante buen nivel de comprensión. Sabían que no podían salir y “no han necesitado” salir. Pero conforme pasaban las semanas, sobre todo después de Semana Santa, empezaron a encontrarse más nerviosas, con niveles más altos de ansiedad y alteraciones de tipo obsesivo. Vimos que era bueno poder hacer los paseos terapéuticos y algunas de nuestras personas usuarias, diagnosticadas con trastorno dual, recibieron de su psiquiatra el documento justificante de salida, mientras que el resto que también lo necesitaba hablaron con sus médicos de atención primaria o conmigo para tener el documento que les permitía salir. Cuando salimos ya habían pasado unos días de la problemática que hubo con las personas con autismo y la gente en la calle estaba más concienciada de que había personas con necesidades de poder salir. No vivimos ningún tipo de rechazo”.
Comparte esta impresión Leire Etxeberria. “En nuestro caso tampoco hemos vivido situaciones de rechazo. Las personas en los pisos comprendieron que no se podía salir, pero pasaban las semanas y se empezaron a ver alteraciones conductuales, mayor irritabilidad, entraban en obsesiones y repeticiones continuas de cuándo vamos a salir y ahí fue cuando decidimos hacer las salidas terapéuticas. En la comunidad no hemos tenido ningún problema y al revés, los vecinos fueron muy amables con ellos y les animaban a salir a dar paseos. Llevan muchos años en las comunidades en las que están y son personas conocidas por los vecinos”.
En el caso de la situación vivida por Laura Galán esta situación ha sido más sencilla al vivir en una residencia con zonas ajardinadas. “Nosotros no hemos salido del Centro hasta el inicio de la desescalada. Disponemos de amplios espacios verdes que las personas usuarias han utilizado para realizar sus paseos diarios desde el inicio del confinamiento. En el pueblo las personas usuarias son conocidas y están bien integradas. Retomadas las salidas a comunidad, no hemos percibido ningún tipo de rechazo, estamos en un entorno más protegido”.
La decepción de la ‘nueva’ realidad
Y una vez en la calle, ¿qué? ¿Ha sido fácil volver a toparse con una realidad con la que nadie contaba hace tres meses? Pues evidentemente no. Es la sensación que se han llevado las tres psicólogas. Edurne Pascal incluso destaca que “nos hemos encontrado con más problemas por ellos porque sentían miedo, sabían que el coronavirus estaba ahí y hemos tenido que formarles y prepararles para salir con la mayor seguridad posible. Hemos tenido que hacer materiales de apoyo visual para que pudieran hacer esos paseos”.
Laura Galán coincide en que “entendían que la situación era distinta y se percibían inseguros. La mayoría de las personas usuarias nos han demandado y han necesitado un acompañamiento inicial para reducir el miedo, adquirir confianza y cumplir con unas normas de interacción social y cuidado personal diferentes”.
En el caso de Leire Etxeberria “las primeras salidas las han hecho conmigo por el impacto emocional de ver todo cerrado y el aprendizaje de las nuevas normas de seguridad en la comunidad. Al principio hemos empezado a salir de uno en uno y ahora ya van hasta tres con un profesional. Hemos recalcado mucho que aprendan las nuevas normas de seguridad y ellos mismos guardan la distancia… pero les cuesta”. “Lo gracioso”, interviene Laura Galán, “es que han salido y se han encontrado con la nueva realidad y te dicen. “¡Es verdad!” Se dan cuenta entonces de que todo lo que les hemos transmitido era real porque era casi increíble lo que les contábamos”… “Y peor aún”, finaliza Edurne Pascal, “se dan cuenta ¡de que la nueva realidad no es tan interesante!, y ahora se preguntan… ¿para qué voy a salir? Yo quería salir a dar una vuelta como antes, a tomarme un pincho como antes… pero el bar ahora está cerrado… Pero pronto volveremos a abrir la Asociación y volverán a sus actividades normales y a sus rutinas, que es lo que necesitan”.