Maite Garaigordobil: “En el acoso escolar la inhibición de la víctima empodera al agresor”
Maite Garaigordobil: “En el acoso escolar la inhibición de la víctima empodera al agresor”
La trayectoria profesional de Maite Garaigordobil está repleta de investigaciones en el campo del acoso escolar. Desde el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Universidad del País Vasco ha desarrollado un sinfín de trabajos que expone por todo el mundo. El pasado viernes 2 de marzo pronunció en Pamplona la conferencia principal en el acto de homenaje del Colegio de Psicología de Navarra a los profesionales con 25 años de colegiación.
En una entrevista que concedió hace unos años en Teledonosti decía que acoso escolar hay desde que existe la Escuela. ¿Por qué ahora la sociedad reacciona ante este tema?
El bullying no es algo nuevo, no es un fenómeno reciente, ha estado presente en la escuela desde siempre; lo que sucede es que ahora le estamos prestando la atención que merece por las graves consecuencias que tiene en la vida y la salud de las personas. Actualmente en la sociedad existe una mayor sensibilidad hacia la violencia en sus diferentes manifestaciones, de género, racista, religiosa, entre iguales... Aunque esta mayor sensibilización ahora debe concretarse en acciones eficaces, desde la sociedad, la escuela y la familia, que erradiquen estas conductas nocivas.
¿Cuáles son los motivos por los que un niño que padece acoso escolar decide esconder el problema a su familia?
Seguro que habrá diversos motivos. Las víctimas de bullying y cyberbullying no cuentan lo que les sucede, a veces por vergüenza, otras por miedo a tener más problemas. Las víctimas tienen baja autoestima y dudan de ellas mismas. Quizás por estas y otras razones no cuentan el problema, lo ocultan, esperando mágicamente que si pasa inadvertido el problema desaparecerá; pero lamentablemente no desaparece. Es más, la inhibición de la víctima empodera al agresor.
¿A partir de qué momento se puede hablar de acoso escolar?
Cuando hablamos de acoso nos referimos a una situación en la que hay una víctima indefensa, acosada por uno o varios agresores, que realizan diversidad de conductas agresivas a la víctima (físicas, verbales, sociales y psicológicas). Los agresores tienen intencionalidad de hacer daño, hay una desigualdad de poder entre la víctima y los agresores más fuertes física, psicológica o socialmente; existe un desequilibrio de fuerzas; es una situación desigual y de indefensión para la víctima. La conducta violenta del agresor contra su víctima se produce con periodicidad, la relación dominio-sumisión es persistente a lo largo del tiempo. La agresión supone dolor no sólo en el momento del ataque, sino de forma sostenida, ya que crea la expectativa en la víctima, de poder ser el blanco de futuros ataques en cualquier momento.
¿Y de ciberbullying?
Hablamos de acoso o bullying presencial cara-a-cara cuando las conductas agresivas que sufre la víctima son frecuentes. En cyberbullying, sin embargo, a veces una única conducta puede ser cyberbullying por el impacto y daño que produce. Por ejemplo, cuando se sube la foto erótica de una exnovia o el video erótico a una web de adultos o a Youtube. Una vez que una foto o vídeo han sido subidos al ciberespacio, podrá tener numerosos visionados, así que la víctima ve que la situación humillante es vista por una gran audiencia, lo que le desestabiliza emocionalmente aún más.
En la mayoría de los casos de acoso escolar que se llegan a conocer, los colegios no habían detectado el problema. ¿Qué falla para que se llegue a esta situación?
En muchos centros educativos se aplican instrumentos de evaluación para medir la inteligencia o la personalidad de los estudiantes. Sin embargo, pocos incluyen un test para detectar a los estudiantes que sufren bullying o cyberbullying y a aquellos que lo realizan.
El título de su ponencia en Pamplona será "El relevante papel del psicólogo en la prevención-intervención del bullying y el ciberbullying". ¿En qué aspectos puede el psicólogo ayudar?
En el contexto escolar, dentro de sus funciones de prevención y en relación a los alumnos, el psicólogo puede promover que en los centros se administren instrumentos para medir el bullying/cyberbullying con la finalidad de detectar a los estudiantes implicados y poner en marcha las estrategias de intervención necesarias para erradicar esa situación. También puede potenciar que se apliquen de forma sistemática programas para fomentar el desarrollo socio-emocional en todos los cursos escolares, para potenciar la capacidad de comunicación, la conducta prosocial, la empatía, las destrezas para resolver conflictos de forma positiva… Incluso fomentar la realización de actividades y/o programas antibullying, como cyberprograma 2.0; Y por último puede organizar cursos/conferencias de formación para los padres/madres, por ejemplo, en pautas de crianza parental que son factores protectores de la probabilidad de que sus hijos e hijas se conviertan en víctimas o agresores.
¿Y fuera del ámbito escolar?
En el contexto clínico, dentro de sus funciones diagnóstico-terapéuticas, el psicólogo debe realizar evaluaciones psicológicas en profundidad de las víctimas y agresores que llegan a su consulta; y en función de los resultados de esta exploración debe diseñar y aplicar el tratamiento psicológico pertinente. Con las víctimas, habitualmente para fomentar su autoestima, debe desarrollar sus competencias sociales y la capacidad para regular emociones (ansiedad…). Y con los agresores desarrollar su empatía y entrenarles en el control de la ira y la impulsividad. Además debe orientar a los padres de víctimas y agresores sobre las conductas más adecuadas para afrontar la situación en la que han detectado que su hijo o hija es una víctima, un agresor, o una víctima que también agrede a otros.
¿Cómo se puede detectar, en la familia, que un hijo sufre acoso escolar?
Las víctimas suelen tener algunas conductas que si las observamos en la familia y la escuela pueden sugerir que ese estudiante podría estar sufriendo acoso. La víctima suele tener conductas de miedo, huida y evitación (falta a clase, escoge rutas ilógicas para ir y venir de la escuela, evita hablar del colegio, oculta el problema, no informa a los adultos de lo que le está sucediendo); también conductas depresivas (muestra tristeza, apatía, indiferencia, poco comunicativo, pesimista, llora con facilidad); o conductas ansiosas (muestra nerviosismo, ansiedad, angustia, tiene insomnio, pesadillas…). Presenta cambios de humor (tiene un humor inestable, alterna momentos de tristeza-apatía-indiferencia con irritabilidad-agresividad, relajación-tensión), suele tener dificultades en las relaciones sociales con iguales (no quiere salir de casa, no tiene amigos, no le invitan a fiestas, tiene compañeros de juego de menor edad, es objeto de burlas, en el juego son los últimos en ser elegidos)…
¿Es habitual que el rendimiento escolar baje?
Sí. Es normal que se produzca un descenso del rendimiento académico: pérdida de interés por el trabajo académico, altibajos en el rendimiento escolar...
¿Y es posible ver físicamente este cambio?
Es muy posible. Se pueden dar señales de agresión física sin explicación razonable (con frecuencia tienen la ropa rota o estropeada, lesiones externas o marcas corporales reiteradas…). También se pueden dar síntomas psicosomáticos (enfermedades frecuentes como dolores de cabeza, de estómago, vómitos, malestar generalizado, mareos o diarreas frecuentes). También puede darse el caso de que abandone actividades de ocio hasta ese momento preferidas. O que se altere después de estar en el ordenador, de ver un mensaje en el móvil, o recibir una llamada extraña cuyo origen oculta. Y por último pueden darse síntomas como tener falta de apetito, problemas alimenticios, incluso consumir alcohol o drogas; y hasta buscar información sobre formas de suicidio, por ejemplo, en Internet… Estas conductas son signos de alarma, y cuando se observan se debería hablar con esa persona para clarificar la situación y, si se confirma la victimización y/o la ideación suicida, tomar medidas para terminar con el sufrimiento de la víctima.
¿Y cómo se puede detectar al agresor?
Al agresor se le identifica con mayor facilidad, ya que suelen tener conductas manifiestas de agresión física (comportamientos agresivos con miembros de la familia, con sus compañeros, rompe, esconde, desordena, estropea cosas ajenas, incordia y persigue a otros, se enfada con facilidad y con frecuencia provoca peleas); o conductas manifiestas de agresión verbal (insulta, burla, pone motes, habla mal de otros, calumnia, gasta bromas desagradables). También puede presentar conductas manifiestas de agresión psicológica (resalta defectos de sus compañeros, humilla y ridiculiza a otros para minar su autoestima, se muestra enfadado, impaciente y emplea tonos despreciativos sobre los demás, es intolerante con los demás, chantajea y amenaza) o conductas manifiestas de exclusión social (rechaza a compañeros no dejándoles participar en tareas de grupo, hace el vacío ignorando a otros, influye en sus compañeros para marginar a alguien, ignora los derechos de los demás).
¿Su rendimiento académico también se ve afectado?
Sí. Suele bajar su rendimiento académico (se siente sin motivación para estudiar, suele tener bajo rendimiento académico). Además con frecuencia suele estar involucrado en conflictos, trata de imponer sus criterios utilizando la agresividad, tiene problemas de disciplina y convivencia, es impulsivo, no controla sus reacciones y tiene baja tolerancia a la frustración.
En los casos en los que se detecta el acoso escolar y el niño que lo padece no lo reconoce, ¿cómo se puede lograr que el niño termine por contar lo que le sucede?
El niño primero debe confiar en la relación para después poder abrirse y contar lo que le sucede. Por consiguiente, con paciencia, comunicación y mucho afecto se habrá de potenciar ese vínculo de confianza que le facilite la apertura y expresión del problema. Para ello necesita sentirse seguro, valorado, estimado, apoyado…
¿Qué protocolo (genérico) se debe seguir una vez que se detecta un caso de acoso escolar?
Cuando se detectan situaciones de acoso, en los centros educativos deben ponerse en marcha los protocolos de intervención antibullying, que se han sistematizado en todas las CC.AA. Aunque hay matices diferenciales entre unos y otros, después de revisar los protocolos de varias comunidades se evidencian las siguientes fases de actuación:
Fase 1. Diagnóstico: Primero se realizan entrevistas con todos los implicados (víctima, agresor, familias de ambos, compañeros, profesores...), y posteriormente se elabora un informe en el que se clarifica la naturaleza, intensidad, duración, difusión y gravedad de la situación, alumnos implicados, efectos producidos, características de los dispositivos utilizados…
Fase 2. Diseño del plan de acción y realización del mismo, incluyendo actuaciones con la víctima, el agresor, los compañeros, para facilitar procesos de mediación entre víctima y agresor, realizando programas de mediación con participación de iguales, comisión de convivencia… Y también con la familia de la víctima y del agresor, aportándoles orientaciones para el afrontamiento de la situación.
Fase 3. Evaluación y seguimiento del plan de acción llevado a cabo, es decir, valoración de los resultados en relación a la situación de la víctima y del agresor; y de las actuaciones desarrolladas a nivel de aula, en todo el centro, de formación del profesorado, sensibilización con las familias…
Además de la ayuda a la víctima del acoso escolar, ¿en qué puede el psicólogo ayudar a los profesores y familias de las víctimas?
A los profesores y padres aportando formación sobre el tema específico y también sobre diversidad de temas relacionados con un saludable desarrollo infanto-juvenil y otros temas de su interés. A las familias de las víctimas dándoles orientación sobre estrategias positivas de afrontamiento de la situación.
¿Y en qué aspectos puede el psicólogo ayudar al acosador y a la familia del acosador?
Entre los objetivos terapéuticos más relevantes con el agresor, se pueden destacar el desarrollo de la capacidad de empatía, de la capacidad de regulación emocional (control de la ira, la impulsividad...), del desarrollo de habilidades sociales (asertividad, prosocialidad), y de la capacidad para resolver conflictos de forma constructiva. Y con las familias de los agresores, el psicólogo puede ayudarles a aceptar que su hijo o hija es un agresor (lo que con frecuencia les cuesta asumir), y orientarles en el proceso de cambiar la conducta de su hijo o hija, mejorando las relaciones intrafamiliares.
Las nuevas tecnologías hacen que el acoso no se limite al colegio ¿Haría falta que los niños recibieran una educación en nuevas tecnologías?
Sí, sin ninguna duda, habría que realizar cursos sobre el uso adecuado y ético de las nuevas tecnologías.