¿Me puedo echar una amante?

15 Mar 2016

¿Me puedo echar una amante?

Se trata del título del libro más reciente de Ian McEwan, que para algunos –ej. El País- se encuentra entre las 10 mejores novelas de 2015.

Su lectura me enganchó de inmediato por el tema que introduce inicialmente... Un marido plantea a su esposa, que está pensando echarse una amante... dado que ninguno de los dos recuerda la última vez que tuvieron relaciones sexuales, aduciendo que él tiene una mayor necesidad que lo que ella le procura... Ella, que es ni más ni menos que juez de familia, enfurecida, reacciona haciendo precisamente todo lo contrario de lo que amonesta y recomienda a los que acuden a su Juzgado, en los innumerables casos de divorcio que día tras día le toca atender... empieza a atacarle, cambia la cerradura de entrada a la casa, a espaldas de él,  sin facilitarle una llave, aún sabiendo –ella mejor que nadie- de la ilegalidad de tal actuación... le acusa con indirectas de “¡...vaya Vd. a saber cuanto tiempo hace que ya tienes una amante, y ... cómo te lo harás con ella...!”,  y deja que estos pensamientos la ocupen y envenenen el poco tiempo que pasa fuera del Juzgado.

Quizá alguno comentaría aquello de “En casa del herrero...”. Él se defiende y argumenta que solo pretende ser “legal” en su infidelidad, para restarle al hecho el componente que cree termina provocando el cataclismo  y que la tierra se mueva bajo los pies de los actores: el engaño. Ella realiza una cierta autocrítica revisando su propia vida, su priorizar su trabajo sobre el cultivo de su vida relacional o incluso una posible maternidad...

Ian McEwan ya había dado pruebas de interesarse por la situación de la pareja actual y de entender la dinámica de su intimidad, en su anterior novela “On Chesil Beach”, donde relata con gran sensibilidad, y en tono poético, la evolución y la miseria que se cierne sobre una joven pareja en la que ella sufre de vaginismo y él de eyaculación precoz, (aunque no se usen estas palabras en la novela...) en esta ocasión describe, de manera certera la tensión del desamor:

Promesas de amor eterno se rompen o se reescriben, los que un día fueron amigos se convierten en enemigos enfrentados, llegando a pagar, a veces, altos costes –no solo económicos- por el asesoramiento legal. Objetos domésticos, a menudo hace tiempo olvidados, se convierten en causa de largas peleas para determinar el nuevo propietario... Lo que ayer fue una relación de confianza, se convierte hoy en un "ACUERDO” cuidadosamente redactado... se reescribe la historia de la relación, en la mente de los actores principales, como si desde el principio hubieran estado condenados al fracaso, llegando a considerar, lo que ayer se consideraba amor, como una colección de ideas delirantes. Los hijos se transforman en fichas de juego, astutamente usadas en la negociación por algunas madres, u objeto de abandono y negligencia de parte de algunos padres, cuando no se convierten en el pretexto para cínicas denuncias y acusaciones de abuso, real o fantaseado, por parte del otro. Niños a los que, perplejos, les toca cambiar de casa cada semana, en custodias compartidas, todo ello agravado por  malestares añadidos, e.g. una chaqueta o un lápiz perdido, que el abogado de uno de los contendientes convierte en “prueba irrefutable” del abandono y la desatención por parte el otro... ¿Y el dinero?. Muchos maridos avariciosos y algunas mujeres egoístas se comportan como las naciones después de una guerra: a ver quien acapara más de entre los despojos...

Esta situación de crisis parece ser el caldo de cultivo para ellas que suelen aducir, para buscarse un amante, entre otras razones, el despecho, la venganza, o el malestar con la relación primaria...ellos dicen que solo les mueve la aventura o probar cosas nuevas, sin que sea necesaria una situación de crisis en la relación primaria. A lo mejor estas explicaciones no dejan de ser más que autojustificaciones, pero que la funcionalidad para unos y otras sea la misma.

Una vez esbozado el tema de la pareja,  los derroteros de la novela se derivan al trabajo de una juez de familia y las complejas decisiones en las que debe intervenir (divorcios, personas que por creencias religiosas se niegan a tratamientos necesarios...). Es como si al autor le hubiese venido grande el tema inicialmente planteado y no quisiera, o no pudiera, seguir presentando argumentos y opciones para desarrollarlo.

Mi interpretación acerca de la reacción de ella tiene poco que ver con lo del “cuchillo de palo...”  Más bien se trata de una reacción natural y que esta temática provoca un descontrol tan fuerte en la mayoría de los mortales, que se lleva por delante al más pintado y controlado/a... haciéndole hacer, pensar, o decir cosas que solo sirven para agravar más la situación... (escribo estos comentarios el mismo día que una mujer comete uno de los crímenes más horrendos de que haya tenido noticia, y, al parecer, lo justifica como una venganza contra su marido infiel...)

Los número son también esquivos y dependen de la creencia del autor del informe. Los que defienden la institución de matrimonio reportan cifras muy bajas, y los que piensan que es una institución ya desfasada, dan números más altos (más de un 50 de los maridos y un 26 de las mujeres). Las encuestas a los ciudadanos de a pie –con la fiabilidad que cabe atribuir a sus contestaciones hablan de un 20%. Sin pararse a distinguir en diferencias de género –que yo nunca me he creído: al fin y al cabo, si los hombres se van con mujeres, o todos se van con las mismas, o también las mujeres se van con hombres-. Conviene, pues, que el tema se saque del ostracismo, y que profesiones como la nuestra se impliquen, analicen, reflexionen y  debatan para que se arroje luz sobre su significado y propongan posibles pautas a seguir.

José Cáceres Carrasco
Colegiado N-106
Autor de “Repartirse el desamor: Guía psicológica en la separación”